Un Termómetro del Perú - Mibanco Perú

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Un Termómetro del Perú

Un Termómetro del Perú

Javier Ichazo – CEO de Mibanco y Líder de la Línea de Negocios de Microfinanzas de Credicorp

Si quieres saber cómo le está yendo al Perú, basta con mirar cómo les va a las mypes. Esa no es una aseveración exagerada: alrededor del 99.2% de las empresas en el Perú son micro y pequeñas empresas, y casi la mitad de la PEA (48.3 %) fue empleada por ellas en el 2023.

En ese sentido, el 2025 ha iniciado con señales de mejora para el sector. Según el estudio Expectativas de las mypes para la Campaña Escolar 2025 elaborado por Mibanco y Apoyo Consultoría, un 53% de los microempresarios anticipó que sus ventas superarían las del 2024. Y la mayoría de ellos espera un incremento mayor al 10%. Este optimismo que, además, se respalda en una mejor percepción respecto a la economía: en febrero, el 30% de las mypes declaró confiar en la recuperación del país, frente al 20% registrado en la medición de febrero de 2024.

Las colocaciones reflejan esa mejora. Entre enero y febrero, Mibanco desembolsó S/ 2,501 millones en créditos; 7% más que en el mismo periodo de 2024. El dato confirma el dinamismo de la campaña escolar, pero también el mayor apetito por financiamiento en un contexto de expectativas positivas.

Esto último no solo es importante por el efecto literal que tiene en la economía y en los prospectos de corto y mediano plazo de los negocios. Un aumento en el acceso al crédito también dice mucho de las ambiciones de las mypes respecto a sus metas de crecimiento más generales. Y es que, como reveló la Radiografía de la Informalidad en el Perú, de Mibanco y el Banco de Ideas Credicorp, la amplia mayoría (64%) de ellas considera el acceso a capital, financiamiento y crédito como un ingrediente necesario para hacer crecer sus negocios. El crédito y el ímpetu de crecimiento están íntimamente relacionados.

Sin embargo, aún conviene ser prudentes. El 2025 empezó mejor para las mypes, sobre todo por la comparación con los difíciles años que siguieron al 2020. Pero está claro que el repunte está relacionado básicamente con una mayor – y aún frágil - estabilidad de la economía. Los problemas que amarran a las mypes, que impiden que se desarrollen con más fuerza, aún persisten y limitan la sostenibilidad de los buenos resultados. La informalidad, por ejemplo, afecta a poco más del 70% del país, limita el crecimiento de las pequeñas empresas y las hace más vulnerables frente a eventuales crisis. Dificulta su inclusión en el sistema financiero y las mantiene al margen de ofrecer beneficios básicos a sus empleados. Una situación que no responde a una falta de voluntad de las mypes (el 88% de los emprendedores informales afirma estar interesado en formalizarse) y que bien podría remediarse con mayor flexibilidad y mejores procedimientos por parte del Estado.

Y aquí entra a tallar la inseguridad ciudadana, que involucra a una ola de extorsiones y consecuentes ataques y homicidios, que muchas veces tienen como principales víctimas a los emprendedores. El miedo y las pérdidas –tanto por lo que se terminan llevando los criminales como por el dinero que no gastan los clientes que prefieren no exponerse en las calles– son obstáculos claros el sector. Por ello se debe de atacar este flagelo.

A eso debemos sumar la recién convocada contienda electoral del 2026, qué llegará con retos y oportunidades. Por un lado, supone la potencial reapertura de un periodo de incertidumbre, habitual en nuestro país en vísperas de una votación. Pero, por otro, trae consigo la oportunidad no sólo de poner sobre la mesa algunos de los problemas que aquí mencionados, sino también la eventual elección de autoridades preocupadas por solucionarlos. Y allí las mypes deberían asumir un papel central.

Las mypes son, como he dicho, el termómetro ideal para medir el bienestar del país. Y los esfuerzos deberían estar dirigidos a que teng.an mejores condiciones para crecer. Solo así las buenas noticias pasarán a ser más frecuentes.