Columna: Renzo Rossi, Gerente de la División de Gestión y Desarrollo Humano de Mibanco - Mibanco Perú

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Columna: Renzo Rossi, Gerente de la División de Gestión y Desarrollo Humano de Mibanco

LA SALUD MENTAL, ENTRE EL DIVÁN Y LA OFICINA

A muchas personas les cuesta responder si alguna vez han ido al psicólogo. Si les haces esa pregunta, su mirada se nubla de desconfianza, piensan cuidadosamente qué decir, e incluso podrían llegar a sentirse avergonzadas. Algunas rechazarán rotundamente haberlo hecho, mientras que otras admitirán, con voz titubeante, haber asistido a esta. Pero, inmediatamente después, se justificarán diciendo que fue una sola vez o por un breve lapso de tiempo.

Creer que la salud mental solo depende de cuestiones médicas o psicológicas refleja una perspectiva claramente limitada. Esta se manifiesta en los momentos más cotidianos: cuando no podemos dormir bien por preocupaciones financieras, cuando nos irritamos sin razón aparente o cuando la carga laboral nos eleva el estrés. Situaciones que no se reducen a quienes “están mal de la cabeza”, como algunos pretenden señalar. Nos pueden afectar a todos. Y, por ello, constituyen un asunto de impostergable atención para las empresas y sus líderes.

La salud mental involucra nuestro bienestar emocional. La forma en la que pensamos, sentimos y reaccionamos ante los desafíos de la vida. Por eso requiere un cuidado constante, que exige reconocer nuestras propias emociones y encontrar los caminos más saludables para expresarlas. No es un asunto que dejemos en casa, antes de llegar a la oficina.

De acuerdo con la consultora internacional Gallup, Latinoamérica es la región con mayor índice de preocupaciones diarias en el mundo. Más de la mitad de sus habitantes vive estresada, una quinta parte se la pasa molesta y una tercera parte lidia con la tristeza. Estos datos evidencian que el impacto negativo en la salud mental no es ajeno y tiene un rostro común en nuestro entorno. Quizá lo notemos en compañeros de trabajo, clientes, vecinos o familia.

En las empresas podemos identificar estas señales al observar la disminución en el rendimiento, el incremento del ausentismo laboral o los crecientes costos médicos. Y tenemos la oportunidad de abordar directamente este tema al generar un ambiente de confianza. Al conversar, de la forma más natural, con aquellos que lo necesiten.

Cuando un compañero del banco ha compartido conmigo un problema, siempre procuro ser empático, escucharlo con cuidado y ponerme al servicio de esa persona. Me acerco a estas conversaciones con humildad, consciente de la delicadeza de los asuntos personales y trato de ayudar con algunas pautas. En varios casos, sin embargo, está claro que no puedo opinar más allá de mis capacidades y, sin vacilación, sugiero la búsqueda de ayuda profesional.

Siento que ahora la gente está más dispuesta a contarlo todo. Estas conversaciones —impensables en el ambiente laboral de antaño— son hoy más comunes. Aunque también es cierto que gestionar el bienestar de los demás en una organización sigue siendo todo un desafío. Por eso, necesitamos forjar vínculos que nos den soporte emocional, tanto con amigos y parientes como con compañeros de trabajo. Ese grupo con el que compartimos gran parte de nuestro tiempo y al cual podemos acudir en momentos difíciles.

Porque las empresas no se detienen. Siguen produciendo, vendiendo y apuntando a resultados sobresalientes. En medio de esta vorágine, no suelen otorgar días libres porque uno se sienta mal o triste. Pero no debemos olvidar que primero son las personas. Su bienestar es esencial para sostener la estructura empresarial y evitar que esta caiga como si de piezas de dominó se tratara. Si bien no existen las recetas para que alguien que atraviesa por momentos difíciles pueda lograr a la vez sus objetivos profesionales, comprender que estas situaciones son normales nos guiará hacia mejores formas de enfrentarlas. Ello implica desarrollar estrategias, diseñar programas y, sobre todo, estar genuinamente cerca de las personas.