Columna: Javier Ichazo, Gerente General de Mibanco
El Perú da para más
Quedarnos sólo con las cifras que evidencian el despertar del optimismo entre las mypes sería conformarnos con una imagen parcial de la realidad que hoy viven los emprendedores.
Javier Ichazo: CEO de Mibanco Perú y líder de Microfinanzas de Credicorp
Con octubre arranca la recta final del año y la campaña navideña, un periodo que concentra gran parte de las ventas anuales de las micro y pequeñas empresas. Para los emprendedores, este es tiempo de ajustar inventarios, afinar estrategias y asegurar financiamiento. Es la oportunidad de cerrar este año con fuerza y de apuntalar la sostenibilidad del negocio para el siguiente.
La apuesta de inversión que hacen los dueños de las mypes a estas alturas del año dice mucho sobre cómo evalúan el apetito de sus potenciales consumidores y ofrece, de paso, un diagnóstico de la coyuntura económica del país. Por ello, no es menor que las proyecciones de desembolsos para esta campaña muestren un incremento de 18% frente al 2024 (en el caso de Mibanco). Una cifra que conversa con el aumento interanual del 8% de clientes visto en agosto.
Luego de años complicados, el optimismo empieza a abrirse paso. Y se expresa de diferentes maneras: en los agricultores del norte que confían en que sus cosechas encontrarán mercado, en las ciudades del sur donde la minería sigue impulsando el comercio y los servicios, o en los corredores turísticos que vuelven a llenarse, aunque todavía no a los niveles del 2019.
Podríamos cerrar el artículo aquí y quedarnos con la idea de que los microempresarios sienten que sus negocios empiezan a recuperarse. Podríamos limitarnos a citar la revisión al alza del BCR, que elevó la proyección de crecimiento de 3.1% a 3.2%, o el aumento de 6% en la inversión privada anticipado por el IPE. Pero hacerlo sería ofrecer una imagen parcial de la realidad. Si bien hay un clima de mayor optimismo entre los empresarios, también persisten ciertos factores en el horizonte que ponen límites a cuánto y por cuánto tiempo se podrá capitalizar ese optimismo.
La inseguridad ciudadana, por ejemplo, sigue ejerciendo un peso significativo en el país y, sobre todo, sobre las mypes. De acuerdo con la ‘Radiografía de la informalidad en el Perú’, elaborada por Mibanco y el Banco de Ideas Credicorp, el 39% de los dueños de estos negocios identifica a la delincuencia como la principal barrera para su desarrollo. Y, según un informe de Videnza Instituto, sólo en Lima Metropolitana las pérdidas de los comercios con puerta a la calle superan los S/450,000 diarios.
Del mismo modo, la informalidad se mantiene como un hueso duro de roer. Alrededor del 70% del país es informal, con la vulnerabilidad que eso conlleva. Y no hay señales de que exista algún compromiso con medidas regulatorias concretas para encararla. Los procesos siguen siendo costosos, las barreras de información y de orientación siguen siendo altas, y normas como la que impone topes a las tasas de interés dificultan el acceso al crédito formal, empujando a las personas hacia prestamistas ilegales y esquemas como el ‘gota a gota’. A esto se suma la desconfianza ciudadana hacia las instituciones del Estado. Tanto en las que se renuevan cada cinco años como en aquellas encargadas de hacer cumplir la ley y sancionar a quienes la transgreden.
Todo ello da como resultado un sector privado impetuoso, con ganas de crecer, y un ecosistema que, si no empuja en sentido contrario, tampoco aporta mucho para avanzar. Podríamos quedarnos en el conformismo y repetir que el Perú siempre ha sido así: que la economía avanza a pesar de la política y de sus instituciones. Pero la opción más sensata sería tomar el actual optimismo y canalizarlo hacia donde vale la pena, sobre todo a meses de una nueva contienda electoral: hacia procurar un Estado que garantice seguridad y reglas claras.
Hay que votar informados, involucrarse y poner sobre la mesa las discusiones que importan. En lo que concierne al sector mype, por ejemplo, los candidatos deberían responder, como mínimo, sobre cómo reducir la informalidad y cómo combatir la inseguridad.
El optimismo es una buena noticia, que sólo se transformará en excelente cuando la utilicemos para exigir más a quienes aspiran a liderarnos.